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Recuerdos del Colegio - I

© Angel ZN

"¿Os queréis sentar de una vez? Veeeeenga ... un poco de tranquilidad ... Chicos ... sentaos, por favor ... Cuanto antes comencemos, antes terminamos ... Sileeeeencio ... Cuando salgáis a la calle seguís charlando ..."
Así comenzaban muchas de las clases en el colegio, sobre todo, las que se daban a última hora, justo antes de la salida.

(Por cierto, las ilustraciones de este artículo, son dibujos que hice en mi adolescencia. Es lo que tiene abrir cajones por casa ...)


Ser alumno de una escuela de curas (aunque con profesorado abrumadoramente mayoritario "no cura") imprime carácter. Nadie te asegura qué carácter será, pero imprimirlo, lo imprime.
Qué época aquella ... Vivir al lado del colegio era, en la mayoría de los casos, sinónimo de llegar tarde. Nunca lo cronometré, pero aproximadamante viviría a unos ... 3 ó 5 minutos no ya del colegio, sino del aula. "No hay prisa, llego en cero coma ...". Y al final ... cooooorrecto, llegaba tarde. Los que venían en autobús, llegaban pronto oye. Qué tíos ... En el fondo seguro que los admiraba por ello.

Lo cierto es que acabo de abrir un melón (el colegio) que da para muuuucha conversación. Pero no pretendo hablarlo todo hoy, no hay prisa. Y prisa era lo que nos dábamos para salir al ... ¡recreo!
Qué palabra ... hoy en día muchos adultos no le sacan partido, y otros se quedaron anclados en esa media hora. Pero eso es otra historia ...

Si tenías pasta (cosa no muy habitual) salías disparado al bar, regentado por Valentín & Company. En los bocadillos que ponían tenías que buscar con ahínco el trozo de tortilla francesa, de jamón york, o de lo que fuera. Y por fin lo encontrabas, errando a lo largo y ancho de las dimensiones del bocata ... Oye, y te hacía ilusión encontrarlo.
Si habías elegido chuches, podías dedicarte antes que el resto a planificar las actividades lúdicas a las que dedicarías la próxima media hora. ¡Media hora! Joder, ¡era una barbaridad!
Juegos con pelotas de todas las dimensiones (de fútbol, de tenis, balón "playa", etc), y todo un arsenal de juegos sin necesidad de accesorios, por no citar las "misiones de exploración del entorno". Todo ello siempre con un ojo puesto en los curas que cuidaban/vigilaban en el patio.

Mención a parte merece una de las mayores armas de destrucción masiva de la época : el balón Mikasa. Hay cientos de relatos alrededor de él, así que no me extenderé. Pero lo estoy visualizando : recreo en el patio ... enero ... sólo los más valientes se quitaban el abrigo para ponerlo como "palos" de la portería ... el más osado chutaba "a trallón" (que todos sabemos que no valía) ... y veías venir lo inevitable ... sin tener idea de por dónde iba a llegar ... ¡ZAS! ... en la oreja. Tu vida cambiaba.

© Angel ZN
Todos tenemos tres o cuatro grandes recuerdos de nuestro paso por el colegio, aunque con más tiempo y con ayuda de amigos, suelen salir más. Ya me habéis oído contar varios de esos recuerdos, pero no me resisto a repetir alguno.

Clase de música (sí, era una manera algo atrevida de llamarla, pero venía bien en cualquier caso). Seré bueno y no usaré motes. Jesús, el profesor (que también impartía Lengua, Matemáticas, Sociales ...), trajo un pandero grande de esos que se usa en música rural o música celta, por ejemplo.
Uno a uno, los alumnos salían "al encerado" (vamos, al lado de la mesa del profe, justo delante de todos tus compañeros de clase. Un "infierno"que curtía el ánimo, vaya). El maestro marcaba compases y el alumno intentaba repetirlos, a base de toques con los dedos en ese tipo de pandereta grande.

Y llegó el momento en el que salió ... él.
Le llamaremos ... Javier. Empollón, muy tímido y callado, casi diría anodino, pero marcaría el signo de aquél día.

Javier golpeaba con sigilo ... y el profe se tensaba viendo la poca sangre del chaval. Casi nadie prestaba atención. Pero todo cambió tras el grito de ánimo en el que estalló Jesús, mirando a los ojos del alumno diciendo : "¡más pasión, Javieeeer!", abriendo los brazos y las manos con desesperación, acompañándolo de una amplia zancada, doblando las rodillas, para acabar situado casi debajo del codo del desconcertado "músico".
Todo ocurrió muy rápido ...
Nuestro compi cayó presa del pavor más traicionero ... ¡atravesando de un solo manotazo el pandero!
Profundo y repentino silencio absoluto durante un único y escueto segundo.
La clase al completo reventó con una únanime carcajada, mientras el pobre Javier aguantaba el tipo tras la despiadada (y lógica) capa de rojez que bañaba su cara. Hasta el propio Jesús se rindió y acabó rompiéndose de risa.
Inolvidable.

© Angel ZN
Otro gran recuerdo resultó el día que descubrí el rock.
Sin entrar a valorar de ningún modo la industria de la época (otro día charlaremos de música, palabra), lo que anegaba las emisoras por aquél entonces eran grupos como Mecano, Nacha Pop, Michael Jackson, etc.
Y de vez en cuando, en algún cambio de clase, veía circular discos (aún no los llamábamos vinilos) con tipografía mucho más agresiva. Incluso algunos lucían unos dibujos que daban un poco de grima, pero al mismo tiempo te impulsaban a seguirlos con la mirada (más tarde sabría que el personaje de aquellas portadas se llamaba Eddie).

Un día, en uno de los mencionados cambios de clase, sin mediar más palabra, Félix (un abrazo, amigo) me dijo de manera breve y contundente : "escucha ésto".
Del tirón me puso los cascos de su walkman (con el tiempo aprendí a llamarlos auriculares. Los cascos son otra cosa).
Aquella canción (hoy diríamos "aquél tema". Cómo cambia todo, oiga) ... Aquél estribillo ... cambió mi vida.
Aquél día no lo supe. Las clases terminaron, volví a casa como cualquier otro día. Me había gustado lo que había oído, pero no le di mayor importancia. Al poco tiempo comencé a investigar. Empecé por pedirle que me grabara en una cinta de cassette ese disco ... y hoy aún no he parado de descubrir nuevos y antiguos grupos, ni pararé. Pero ya digo que, de música, hablaré otro día.

Todos tenemos ESA canción que nos abre la puerta a lo que será la banda sonora de nuestras vidas. La mía fue "Somebody", del disco "Reckless", de Bryan Adams. Sí, Bryan Adams ... cuando era rockero.

© Angel ZN


El colegio es tiempo de exploración y, sin darnos cuenta, marca pautas aparentemente invisibles, que crean caminos sobre los que rodarán nuestras vidas. También deja baches que nos encontraremos tarde o temprano. Y nos da algunas de las herramientas con las que podremos elegir qué hacer en cada momento futuro (y presente).

Uno de los últimos días del último curso del colegio, justo cuando la mayoría está pensando en quitarse de encima tanto libro y tantos deberes, ajenos a todo lo que se nos venía encima, hubo un profesor que se salió del guión de sus estrictas clases (de matemáticas). Se sentó con nosotros abandonando su hábitat natural, siempre de pie, sin parar de moverse cercano a la pizarra.
Rodeado por sus alumnos, atónitos al percibirle de repente tan cercano, Juanjo pronunció un breve discurso a modo de advertencia y recomendación a la vez, del que extraigo una frase que (con el tiempo) resultó ser un bofetón de una realidad hasta entonces desconocida : "los que aprobéis este último curso ahora en junio, disfrutad bien este verano. Porque, dejando a un lado responsabilidades futuras, éstas serán las últimas vacaciones que podréis aprovechar sin preocuparos de otras cosas. En los veranos siguientes, cuando tengáis tiempo no tendréis dinero; y cuando tengáis dinero, no tendréis tiempo para gastarlo".

Casi sin tiempo para digerir semejante jarro de agua congelada, ni ser conscientes siquiera de que lo era, el colegio terminó. Pero cuando algo termina, no significa que desaparezca. Todo lo que nos acontece forma parte de nuestra vida, y nos hace ser hoy como somos. Todo. Incluido el colegio, claro.

Nos vemos.

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